Un momento risueño.
No hacía mucho que daba cases en una escuela nocturna
para adultos. Me sentía feliz, eran mis primeros tiempos y me sentía con tanta
responsabilidad que temía cometer
errores,
Los que asistían a los cursos eran personas mayores, con muchas ganas
de aprender y por lo tanto con mucha atención sobre mi y lo que hacia o decía.
Esos años de la escuela para adultos fueron de máxima y enriquecedora experiencia también de
aprendizaje mutuo así como de una riqueza intelectual formidable mas allá de lo
puramente académico. Pero más adelante le dedicare algún párrafo especial a lo
que significo ser teacher de personas mucho mayores que yo. Una jovencita con mucha voluntad y ganas mas que conocimiento de lo que significaba estar al frente de un curso de adultos
Esta vez sin embargo contare algo risueño que ocurrió durante un acto escolar.
Mi medio de traslado fue casi siempre mi silla de ruedas,
la cual era tirada por mis perras Ovejero Alemán que estaban adiestradas para
llevarme y durante las horas de clase esperaban pacientes fuera de la puerta
del aula.
Los alumnos no eran muchos así que esa noche de frío Invierno nos
reunimos todos en un aula para celebrar el acto. Los abanderados deberían entrar
portando los estandartes y los aplausos se oirían desde toda la escuela.
Fue así
que cuando la puerta fue abierta para que entren los abanderados con el aplauso
de todos, entro mi perra en primera fila, un poco desconcertada por los las
palmas.
Pareció que la que se llevaba los aplausos era ella. En ese risueño y ambiguo
momento nadie pudo contener la risa. Sé que el respeto a los signos patrios es
un compromiso imposible de obviar, pero en este caso nadie pudo decir que la
bandera fue afrentada por algún acto desapacible.
Aquí va mi evocación para mi perra Bárbara. Mi primera
amiga que trabajo a mi lado durante 8 años y a todos los que siempre me
comprendieron, ayudaron y sobre todo me aceptaron.