viernes, 1 de agosto de 2014

Un momento risueño.

No hacía mucho que daba cases en una escuela nocturna para adultos. Me sentía feliz, eran mis primeros tiempos y me sentía con tanta responsabilidad  que temía cometer errores,
 Los que asistían a los cursos eran personas mayores, con muchas ganas de aprender y por lo tanto con mucha atención sobre mi y lo que hacia o decía

Esos años de la escuela para adultos fueron de máxima y enriquecedora experiencia también de aprendizaje mutuo así como de una riqueza intelectual formidable mas allá de lo puramente académico. Pero más adelante le dedicare algún párrafo especial a lo que significo ser teacher de personas mucho mayores que yo. Una jovencita con mucha voluntad y ganas mas que conocimiento de lo que significaba estar al frente de un curso de adultos

Esta vez sin embargo contare algo risueño que ocurrió durante un acto escolar.

Mi medio de traslado fue casi siempre mi silla de ruedas, la cual era tirada por mis perras Ovejero Alemán que estaban adiestradas para llevarme y durante las horas de clase esperaban pacientes fuera de la puerta del aula.

 Los alumnos no eran muchos así que esa noche de frío Invierno nos reunimos todos en un aula para celebrar el acto. Los abanderados deberían entrar portando los estandartes y los aplausos se oirían desde toda la escuela.
 Fue así que cuando la puerta fue abierta para que entren los abanderados con el aplauso de todos, entro mi perra en primera fila, un poco desconcertada por los las palmas.
 Pareció que la que se llevaba los aplausos era ella. En ese risueño y ambiguo momento nadie pudo contener la risa. Sé que el respeto a los signos patrios es un compromiso imposible de obviar, pero en este caso nadie pudo decir que la bandera fue afrentada por algún acto desapacible.


Aquí va mi evocación para mi perra Bárbara. Mi primera amiga que trabajo a mi lado durante 8 años y a todos los que siempre me comprendieron, ayudaron y sobre todo me aceptaron.

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